Aprendiendo de Madrid 2020

Desde una cierta distancia en el tiempo y desde una interpretación sin anclaje en un conocimiento de los fundamentos que motivaron la no elección de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos de 2020, se puede aventurar un cierto paralelismo con lo que, en determinadas ocasiones, se vive en el mundo de las Agencias.

Los Anunciantes no asignan su negocio cada cuatro años pero en algunos casos sí se ha establecido como norma la revisión de la asignación del negocio cada una serie de años. Eso no quiere decir que el negocio se asigne a una Agencia diferente. Tampoco se asignan las Cuentas con tanta antelación ni los procesos duran tanto tiempo ni, afortunadamente para todos, los equipos que deciden reciben tantos agasajos, excepciones aparte.

Hay más paralelismos  en los diferentes pasos en los que se dividen ambos “concursos”, en el número aproximado de candidatos que concurren para la fase final, en la profusión de personas y personajes en las presentaciones, en la mezcla de elementos objetivos y subjetivos, y hasta políticos y de lobby, que sustentan la decisión final, en los estados de ánimo y en las expectativas que se generan en los concurrentes.

Comenzando por el final, y desde el alejamiento mencionado al principio, llama la atención el nivel de expectativas que se desató en España, y muy particularmente en Madrid, de cara a la decisión. Parecía que un sueño de largos años se iba a hacer por fin realidad y los medios, las empresas, las instituciones, las personas, todos, parecíamos convencidos de que esta vez Madrid sería elegida y que debíamos estar preparados para la celebración. También ocurre en las Agencias y en ocasiones en que, como pasó con Madrid 2020, no parecía haber fundamento.

Madrid vendía una solución “real”, contrastable, y low cost como contrapeso racional a otros argumentos. Tal vez en algo se parecen también aquellos señores y nuestros señores clientes porque son razones que difícilmente apelan a unos ni a otros, lo que no quiere decir que, al menos en determinadas ocasiones, no debieran apelar.

Pero Madrid 2020 no escatimó en recursos ni dudó en tirar de nuestros mejores activos ni se dejó de apelar a las emociones para intentar decantar la decisión del lado de Madrid. En vano cuando, como en nuestro negocio, no es el momento de la apuesta porque la decisión no depende de esos factores.

El Mundo, incluso, anunció que 50 de los 98 miembros del COI ya habían prometido votar a Madrid. Con fundamento o no, también eso pasa de vez en cuando en nuestro negocio. En nuestro negocio, en ocasiones en las que había fundamento, bastó un desliz de ese tipo para que la decisión cambiara en el último momento, y ¿quién sabe si en el caso de Madrid 2020 no hubo también algo de eso?

Con estas diferencias y estas similitudes, en ambos casos hay “apuestas” por adivinar quién es el ganador. En nuestro sector el porcentaje de aciertos es más bien modesto pero  el mundo de las apuestas es más certero y Madrid se pagaba entre 4 y 5 veces más que Tokio, aunque, para los madrileños, Madrid fuera la primera opción en sus apuestas.

Viendo un panorama de apuestas aparentemente tan claro a priori y este aventurado análisis a posteriori,  uno se puede atrever a hacer unas pocas recomendaciones, no tanto a Madrid como a las Agencias, y a estas no tanto para ganar como para afrontar estos procesos.

Primero, solo gana uno: hay que estar más preparado para perder que para ganar. Cada paso puede clarificar las opciones: es mejor abrir la mente que empecinarse. Cada momento y cada cliente requieren un tratamiento: de nada vale apostar todo sin opciones. Los deseos y las realidades no suelen ir juntos, por más que sea necesario. Aunque algo sea valioso, si no se valora, no se debe vender. Y no se gana hasta que no está firmado.

Tal vez una recomendación adicional valga para ambos mundos: a veces merece la pena pensar si es mejor participar o no.

 

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