Asociaciones y personas

El sector publicitario cuenta con una rica variedad de asociaciones que representan y defienden los intereses de una gran variedad de actores, posiblemente al nivel o por encima de muchos otros sectores de actividad. Y, en general, cumplen con su función y aportan más que lo que los asociados individualmente o combinados de otra forma podrían aportar.

Por comenzar por un área transversal a una gran cantidad de actores, como es el contenido de los anuncios, el sector es capaz de poner los mecanismos necesarios para autorregularse y para minimizar las intervenciones del regulador en esta materia, que siempre tienden a ser más estrictas pero, sobre todo, a hacerse con menor sentido que cuando son los propios actores los que se dotan de reglas.

El mercado también ha sido históricamente capaz de ponerse de acuerdo en la forma de establecer convenciones que sirven como moneda de cambio para invertir miles de millones de euros, desgraciadamente cada vez menos. Y esas convenciones tienen que estar sujetas a mediciones y a reglas en las que también se han puesto históricamente de acuerdo los actores.

Y en toda la panoplia de asociaciones de compañías de sectores más específicos, como agencias, agencias de medios, anunciantes, cada uno de los medios, algunas más especializadas dentro de un medio, investigación, etc. las cosas tampoco son siempre fáciles, pero en general hay acuerdos. Incluso cuando hay colisión de intereses entre asociados o, a veces más difíciles de resolver, entre asociaciones cercanas entre sí e incluso con asociados comunes aunque aquí las cosas no siempre llegan a buen puerto.

Los representantes de los asociados son mayormente generosos en su aportación a las asociaciones, a veces a costa de su propio trabajo, y, aunque pueden buscar como compensación una capacidad de relación profesional más extensa y más profunda y un lícito reconocimiento profesional a su contribución, suelen tener amplitud de miras, ser conciliadores y subordinar los intereses profesionales propios o de su empresa a los de la asociación o a los del sector.

Cuando esta norma se confirma con excepciones menos generosas y de miras más cortas, aparecen tensiones, se magnifican los problemas y se dilatan o se dificultan las soluciones, incluso cuando una mayoría lleva hasta más allá de lo razonable la generosidad, la negociación y el intento de conciliación.

Nada que no pase en el resto de organizaciones, en la política, en el deporte, etc. Las organizaciones están lideradas y compuestas por personas. Los líderes transmiten una personalidad y las asociaciones y sus miembros van dotándose de esa personalidad en convivencia pacífica, entre ellos y con otras organizaciones, aunque de vez en cuando sea necesario gestionar conflictos. El problema aparece cuando los personalismos se exacerban y hacen rehenes de ese personalismo a los miembros de la organización. Entonces las organizaciones dejan de funcionar como deben, generan tensiones innecesarias con otras y se tornan incapaces de solucionar conflictos, a veces ridículos, y de progresar de la forma que a todo el colectivo le interesa.

La historia está llena de esos personalismos y también nuestro sector ha vivido episodios que no hubieran llegado tan lejos si no hubiera sido por esos personalismos tan dañinos. Y persisten situaciones enconadas e incluso están larvadas otras que se pueden manifestar en cualquier momento.

La distancia entre los personalismos y los intereses personales, a veces, no es tan grande y ambos tienen en común que quienes los practican tienen poco en cuenta a los otros y a los intereses de estos, lo que en cualquier caso es grave pero en una asociación, en la que se supone que todos son iguales, más aún.

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