En defensa del profesional de Medios

Ganarse un prestigio como técnico en Medios no ha sido nunca una tarea fácil. Hasta hace no demasiados años eran muy contadas, y muy grandes, las empresas Anunciantes que contaban con un especialista en Medios, que no siempre tenía el grado de especialización que iba requiriendo la profesión. Del lado de los Medios, hasta la aparición de las TV privadas, abundaban, sobre todo, perfiles de relaciones públicas y gestores/administradores de espacios. Del lado de las agencias, hasta la generalización de las Agencias de Medios, los profesionales eran poco numerosos y su labor consistía en cuadrar presupuestos más que en cualquier otra cosa.

Fueron, pues, la generalización de las Agencias de Medios y la aparición de las TV privadas, con la implantación entre ambas del sistema de audimetría, los verdaderos generadores de procesos técnicos y de formación de profesionales de Medios. La irrupción de la tecnología corrió paralela al proceso hasta que el mundo digital dio lugar, paradójicamente, a una cierta vuelta al pasado.

Hasta la explosión de los técnicos de Medios la profesión estaba muy escasamente valorada aunque no mal remunerada y con esa explosión todo el mercado aprendió y los profesionales ganaron en prestigio. protagonismo y respeto. Pero la progresiva irrupción del mundo digital ha ido disminuyendo nuevamente su valoración porque en determinados aspectos se vuelve a la casilla de salida.

Por una parte, los profesionales de los tres lados del triángulo vuelven a tener lagunas de conocimiento importantes, en este caso referidas al ámbito digital. Muchos profesionales renuncian a adquirir nuevos conocimientos, a acometer nuevos procesos y a formarse adecuadamente. Por otra parte, quienes acceden a la profesión desde el mundo digital tienden a especializarse no sólo en Digital sino en alguna de sus disciplinas y a desconocer el conjunto.
Lagunas de conocimiento de unos y de visión de conjunto de otros han pasado a ser terreno abonado para que florezca otro tipo de profesionales, con más capacidad para decir que para hacer, que no son expertos ni en off ni en on pero que emergen como figuras modernas capaces de integrar lo que no dominan ni saben muy bien con qué objetivos porque tampoco dominan, ni les importa mucho, el negocio propio ni el ajeno.

Lógicamente, el protagonismo de estos nuevos profesionales va en detrimento de los profesionales que sí son técnicos.

Tal vez en los Anunciantes abunden menos pero eso no quiere decir que algunos Anunciantes no se rindan a ese tipo de encantadores. En los Medios abundan más porque sus promesas suenan bien en tiempos difíciles. Y en las Agencias llevan tiempo haciendo méritos para acceder a posiciones clave, y lo están consiguiendo.

Una profesión en la que se trabaja para que el dinero, mucho dinero, rinda al máximo nivel, debe valorar y proteger a los profesionales que conocen y aplican con rigor los análisis y las técnicas, exigir la actualización de los técnicos y de los recursos que se requieran en cada momento y remunerar adecuadamente.

Si se pierde el sentido de lo anterior, es difícil que el negocio funcione adecuadamente pero si, además, se sustituye el rigor por la agradable música de los cantos de sirena, el fracaso está servido. Y más pronto que tarde.

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