La Asociación hace la fuerza

Prácticamente la totalidad de los agentes de nuestro sector, tanto a nivel individual como a nivel empresarial, cuentan con Asociaciones que los representan como colectivo y ambos hacen uso efectivo de esa posibilidad asociándose, por lo general a más de una Asociación. Contamos también con Asociaciones que agrupan los intereses de diversos sectores de cara a un objetivo común y que cuentan con un amplio respaldo de Asociados.

Nada es perfecto y el asociacionismo, tampoco. La defensa de los intereses de un colectivo, a veces, inviabiliza la capacidad real de asociación a determinados actores que, de buena gana y con las mejores intenciones, harían efectiva su asociación. En ese caso nacen Asociaciones prácticamente paralelas que, con la pretensión de defender intereses parciales, pueden dividir las fuerzas de un colectivo mayor. Algo parecido a lo que ocurre cuando dos Asociaciones diferentes, y como bastantes asociados en común, generan tensiones por “conflictos de competencias” que resolverían mejor yendo de la mano y aunando fuerzas.

Con sus imperfecciones, el sector se encuentra bien representado en las Asociaciones profesionales porque estas responden de forma satisfactoria a los intereses colectivos. Eso no quiere decir que respondan a todos y cada uno de los intereses particulares de los asociados, no solo porque eso sería prácticamente imposible sino porque en algunos casos los intereses son ilegítimos porque, de cumplirse, irían en contra de los intereses particulares y colectivos de los asociados. Los casos no son demasiados pero sí sonados y a menudo se resuelven con el asociado díscolo abandonando la asociación por voluntad propia… de hacer daño, cosa que a veces consiguen.

Pero las asociaciones, como las organizaciones en general, son más fuertes que cada uno de sus miembros y son capaces de desempeñar sus funciones aun con las limitaciones indicadas. Incluso con una limitación más grande, que es la de los profesionales capaces para representar a los asociados y, simultáneamente, dispuestos a representarlos.
El gran talón de Aquiles de nuestras asociaciones está en que, aún habiendo abundancia de profesionales que pueden realizar aportes importantes al conjunto de la profesión y que tendrían la generosidad de defender los intereses conjuntos por delante de los propios, son pocos los que se llegan a postular para convertirse en representantes en las Asociaciones. Y eso convierte a muchas de nuestras Asociaciones en parcialmente endogámicas, con poco representantes que tienden a repetir mandatos ante la ausencia de competencia, más por ausencia de candidatos que por voluntad de perpetuarse.

Es cierto que este mal no es exclusivo de nuestras Asociaciones pero ya sabemos que no debemos consolarnos por ello. Tal vez el sentimiento de que el reconocimiento del trabajo en la propia empresa es muy superior al reconocimiento a la labor prestada al servicio de una Asociación fomente esta falta de generosidad pero hay muy buenos ejemplos de buena construcción de “marca personal” al servicio de las Asociaciones. Seguir esos ejemplos sería provechoso a nivel individual, a nivel empresarial y, desde luego, a nivel de las Asociaciones.

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