Posiblemente no compense irritar

No cabe duda de que el mundo digital ha ampliado de manera extraordinaria las posibilidades de la comunicación comercial. Y en todos los aspectos, desde los contenidos y los soportes, la creatividad y las maneras de desplegarla, los formatos y la manera de distribuir la comunicación, el targeting y el retargeting, el impacto y la forma de medirlo, el resultado y la forma de contabilizarlo, etc., etc., etc.

También ha sido capaz de dinamizar un negocio, el de las Agencias Creativas,  que se había tocado la gloria durante décadas pero que ya llevaba alguna que otra década de decadencia, e incluso de aportar algunos ingresos y bastante más esperanza a algunos Medios en la peor crisis de negocio que han vivido hasta ahora. Pero, empezando por lo último, el mundo digital ha venido a hurgar más en la herida de los medios y desde muchos flancos. El que más afecta, porque lo hace de forma estructural, está ligado a la forma de ofrecer y distribuir contenidos, que se ha traducido de forma directa en un cambio radical en la forma en la que son consumidos y en la preponderancia de valores como el tiempo real. Esto ha posibilitado también la entrada de nuevos actores poderosos y globales, como Google o Facebook, hoy protagonistas del escenario y armados con capacidades tecnológicas fuera del alcance de los que eran los actores tradicionales. Aunque eso ha afectado más a la prensa, todo el escenario ha cambiado drásticamente.

Con las nuevas formas de consumo y con los nuevos actores se abrieron puertas a nuevos espacios, nuevos formatos y nuevas formas de comercializar, que, por la combinación de disponibilidad/coste/eficacia, han decantado ya ingentes cantidades de inversión. La prensa también es la que más ha visto menguar los ingresos pero se detraen ya de todos los medios y algunos anunciantes pasan a usar solo los medios digitales o a utilizarlos como base de su comunicación.
Volviendo al principio, las nuevas formas de comunicar no sólo han traído consigo aportes y eficiencias. Por una parte, la comunicación de ha vuelto más deslavazada. Es cierto que es mucho más difícil integrar y coordinar multitud de soportes, formatos, piezas de comunicación, etc. y hacerlo casi en tiempo real y de manera casi ininterrumpida que hacerlo como antes, con la televisión como eje, declinaciones a otros medios y oleadas de actividad. Pero eso no impide que se tenga, o se aspire a tener, un visión más integrada de la comunicación, o de la comunicación en general, que no es sólo, ciertamente, comunicación a base de piezas o mensajes en medios digitales.

Por otra parte, y puede ser lo más peligroso, ha dejado de tenerse tanto en cuenta la percepción de la publicidad por parte de la audiencia. También es más difícil medir las reacciones pero se podrían tener en cuenta. La publicidad no ha sido nunca demasiado bien recibida por la audiencia pero no se detectaban los niveles de malestar que suponen ahora algunas de las nuevas formas de comunicar en medios digitales.

No es fácil detallar todas las nuevas formas que provocan malestar en la audiencia porque son muchas y muy variadas pero tienen como denominador común un componente de irritación y una reacción de rechazo que debería llevarnos a reflexionar. También han evolucionado las formas de manifestar o de medir el rechazo y el uso de adblockers, en torno a la cuarta parte de los internautas a fin de 2015, podría ser un indicador a vigilar.

 

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