TDT (Tenemos Demasiadas Televisiones): tenemos un problema

TDT (Tenemos Demasiadas Televisiones): tenemos un problema

En los años anteriores a la implementación de la TDT llamaban la atención las previsiones sobre el share que ganarían estas cadenas y preocupaba la fragmentación de audiencias que inevitablemente traerían consigo. Simultáneamente, había una gran expectación por las posibilidades técnicas que podría aportar su carácter digital. Pasados ya dos años desde la generalización de la TDT, hemos podido comprobar que nos quedábamos cortos previendo el share y la fragmentación y que nos excedíamos en nuestras expectativas sobre sus aportaciones.

Para el negocio publicitario no ha sido una buena noticia que la TDT haya conseguido 1/3 de la audiencia de televisión. Y no sólo porque esta audiencia se haya fragmentado en más de 400 canales estatales, autonómicos y locales, aunque ya no queden tantos, sino porque esa cuota, detraída a las TVs nacionales y autonómicas preexistentes, no tiene la misma utilidad a nivel publicitario que la que tenía en aquellas cadenas.

Al haber coincidido la generalización de la TDT con la desaparición de la publicidad en TVE, ha disminuido la capacidad de la televisión para generar cobertura y se ha descompensado la distribución de impactos entre quienes consumen TV más tiempo y quienes consumen menos. Entre otras cosas porque ni las cadenas, ni los anunciantes ni las agencias han encontrado la fórmula para extrater toda la utilidad posible a ese consumo que se ha ido derivando hacia los canales de la TDT.

La comercialización de estas cadenas podría haber fomentado su utilización para alcanzar a públicos objetivo nicho. Pero no estábamos preparados para abordar el trabajo desproporcionado que supone ese uso. O podría haber servido para afinar más en el targeting, como unos pocos anunciantes y agencias hicieron con tino y sobreesfuerzo. O se podrían haber comercializado de forma conjunta en grupos de canales más o menos homogénes, con otros canales de TDT o con canales generalistas, y hay ejempos exitosos de ambas fórmulas. Pero, ni individualmente ni en su conjunto, estas fórmulas han sido capaces de explotar esa gran parte del pastel. Y las cadenas generalistas, nacionales y autonómicas, en las que se sigue concentrando más del 90% de la inversión, ya no concentran el 50% del consumo de TV.

Los otros usos que imaginábamos no se han hecho realidad en su inmensa mayoría. Ni interactividad, ni comunicación individualizada, ni conectividad con internet ni compras a través de la pantalla de televisión. Ni siquiera todos los canales emiten en alta definición real ni las emisiones están exentas de interrupciones o cortes.

Parece evidente que, por un lado, se ha perdido una oportunidad tecnológica para emitir contenidos de alta calidad y aportar esas utilidades que esperábamos de la TDT y, por otro, no hemos tenido la cintura suficiente para comercializar o explotar sus audiecias.

Ni los usuarios necesitaban tantos canales ni las agencias y los anunciantes estaban preparados para obtener lo mejor de ellos ni para soportar las ineficiencias de seguir utilizando los canales de siempre. Algunos expertos señalan al poder político, como repartidor de concesiones, y a la improvisación, por la falta de planificación, como culpables de la ineficiencia del modelo. De hecho, la Secretaría de Estado de la Telecomunicaciones está negociando con los operadores privados para reorganizar el panorama de las frecuencias (la telefonía móvil requiere más) y muchas licencias se están devolviendo  o alquilando a terceros por la inviabilidad de la mayoría de estos canales.

Parece que no se justifican el exceso de oferta ni la ausencia de cierta regulación, como la que existe en Alemania, Francia o Inglaterra, que garantice estándares de calidad. Y tampoco parece que el modelo sea viable sin una proporción razonable de canales de pago y con unos ingresos publicitarios muy superiores a los actuales. Uteca frenó la implantación de un órgano regulador y mantiene un pulso con la SETSI por la retirada de canales pero parece que ese no es el camino.

La salud del mercado publicitario no es la misma que hace unos años y ha devuelto ya a la realidad a las televisiones generalistas, que se han debido fusionar para sobrevivir, y está enfrentado a las autonómicas a esa misma realidad, viéndose obligadas a reducir canales.

Es necesario rediseñar la TDT. Con la TV estatal en crisis, las privadas concentradas en dos grupos y las autonómicas necesitando soltar lastre, no parece que tenga sentido tal super oferta de canales. Posiblemente a todos, televisiones, espectadores, anunciantes y agencias, nos vendría mejor tener menos canales y de mayor calidad.

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